Domiciano, en latín César Domiciano Augusto, nombre original (hasta ad 81) Tito Flavio Domiciano, (nacido el 24 de octubre de ad 51-muerto el 18 de septiembre de ad 96, Roma), emperador romano (ad 81-96). 18, ad 96, Roma ), emperador romano (ad 81-96), conocido principalmente por el régimen de terror bajo el que vivieron destacados miembros del Senado durante sus últimos años.
Tito Flavio Domiciano era el segundo hijo del futuro emperador Vespasiano y Flavia Domitila. Durante la guerra civil del año 69 por la corona imperial, Domiciano permaneció ileso en Roma, pero el 18 de diciembre se refugió en el Capitolio con su tío Flavio Sabino, escapando a la clandestinidad cuando el Capitolio fue asaltado por los partidarios de Vitelio. A la entrada de los partidarios de su padre en Roma, dos días después, fue saludado como César, y al año siguiente se convirtió en pretor. Intentó convertir la campaña militar represiva de Petilio Cerialis en Renania en una operación triunfal propia; y por éste y otros excesos se dice que exigió el perdón de su padre cuando éste llegó a Roma en otoño del año 70. Domiciano, sin embargo, era princeps juventutis (príncipe imperial) y fue cónsul seis veces en vida de Vespasiano; además, se reconocía que acabaría sucediendo a su hermano Tito, que no tenía hijo y era 11 años mayor que Domiciano. A la muerte de Vespasiano, en junio del 79, Domiciano esperaba la misma posición que Tito había recibido bajo Vespasiano, en particular, poder tribunicio y alguna forma de imperium. Estos no fueron concedidos, y Domiciano era evidentemente antagónico a su hermano y se alega que aceleró su muerte, que ocurrió el 13 de septiembre del 81.
Como emperador, Domiciano fue odiado por la aristocracia. De los escritores trajanos Tácito y Plinio el Joven (Suetonio es menos partidario) es difícil separar el vituperio de las acciones de la creencia genuina, pero parece seguro que la crueldad y la ostentación fueron los principales motivos de su impopularidad, más que cualquier incompetencia militar o administrativa. De hecho, su estricto control sobre los magistrados de Roma y de las provincias le valió los elogios de Suetonio. En su secretaría utilizó tanto a libertos como a caballeros, algunos de los cuales conservaron sus puestos después de su muerte; y su consilium de asesores cercanos, incluidos los senadores, no se apartó de los precedentes. En materia de legislación fue severo, e incurrió en censura por intentar frenar vicios de los que él mismo no era inmune. Más justo sería criticarle por su excesivo paternalismo. Un edicto que ordenaba la destrucción de la mitad de los viñedos provinciales era típico: estaba destinado a fomentar el cultivo de cereales y a limitar la importación de vino a Italia (donde, mientras tanto, no se permitía un aumento de la producción), pero Domiciano fue incapaz de llevar a cabo el asunto. Las cartas de Plinio el Joven a Trajano muestran que las decisiones administrativas de Domiciano no solían ser revocadas.
Su política militar y exterior no fue uniformemente exitosa. Domiciano fue el primer emperador desde Claudio (43) que hizo campaña en persona. Tanto en Gran Bretaña como en Alemania los romanos realizaron avances a principios del reinado, y la construcción del limes («línea fortificada») Rin-Danubio debe más a Domiciano que a cualquier otro emperador. Pero la consolidación en Escocia se detuvo por las graves guerras en el Danubio, donde Domiciano nunca logró un acuerdo totalmente satisfactorio y, peor aún, perdió dos legiones y muchas otras tropas. Esto, aunque incluso Tácito admite que se debió a la dejadez o a la imprudencia de sus comandantes, se echó naturalmente en cara a Domiciano en Roma. Sin embargo, no afectó a su popularidad entre el ejército, cuya paga había aumentado sabiamente en un tercio en ad 84.
La verdadera cuestión era su propia posición constitucional y ceremonial. Continuó la política de su padre de celebrar frecuentes consulados (fue cónsul ordinarius todos los años del 82 al 88); se convirtió en censor vitalicio en el 85, con el consiguiente control sobre los miembros del senado y el comportamiento general; vestía traje de triunfo en el Senado; y presidía, con traje griego y corona de oro, cuatro juegos anuales según el modelo griego, con sus colegas jueces llevando coronas con su propia efigie entre las efigies de los dioses. Según Suetonio, una grave fuente de ofensas era su insistencia en que se dirigieran a él como dominus et deus («maestro y dios»).
La ejecución de su primo Flavio Sabino en el 84 fue un hecho aislado, pero hay indicios de problemas más generales hacia el 87. La crisis llegó con la revuelta de Antonius Saturninus, gobernador de la Alta Alemania, el 1 de enero del 89. Esta fue reprimida por el ejército de la Baja Alemania, pero le siguieron varias ejecuciones, y la ley de majestas (traición) se empleó más tarde libremente contra los senadores. Los años 93-96 fueron considerados como un período de terror hasta ahora insuperable.
Entre los opositores de Domiciano había un grupo de senadores doctrinarios, amigos de Tácito y Plinio y encabezados por el joven Helvidio Prisco, cuyo padre del mismo nombre había sido ejecutado por Vespasiano. Sus opiniones estoicas fueron probablemente la causa de que Domiciano expulsara a los «filósofos» de Roma en dos ocasiones. Al menos 12 antiguos cónsules fueron ejecutados durante su reinado, pero no hay razón para pensar que fueran estoicos.
Las dificultades financieras de Domiciano son una cuestión enojosa. La crueldad llegó antes en su reinado que la rapacidad, pero finalmente confiscó regularmente los bienes de sus víctimas. Su programa de construcción había sido intenso: Roma recibió un nuevo foro (más tarde llamado Forum Nervae) y muchas otras obras. También la nueva casa de Domiciano en el Palatino y su vasta villa en el Monte Albano. Mientras tanto, el aumento de la paga del ejército era un gasto recurrente. Probablemente sólo sus confiscaciones evitaron la bancarrota en los últimos años. La ejecución de su primo Flavio Clemente en el año 95 convenció a sus allegados de que nadie estaba a salvo. La conspiración que provocó su asesinato el 18 de septiembre del 96 fue dirigida por los dos prefectos pretorianos, varios funcionarios de palacio y la esposa del emperador, Domitia Longina (hija de Gneo Domicio Corbulo). Nerva, que asumió el gobierno de inmediato, debió de estar al tanto. El Senado se alegró de la muerte de Domiciano, y su memoria fue condenada oficialmente, pero el ejército se lo tomó mal; al año siguiente insistieron en el castigo de los responsables.