Observa cómo la gente se burla de este joven. ¿Saben quién es? Se trata de Jeremías. Es un profeta muy importante de Dios.
Poco después de que el rey Jo-siʹah comienza a destruir los ídolos de la tierra, Jehová le dice a Jeremías que sea su profeta. Sin embargo, Jeremías piensa que es demasiado joven para ser profeta. Pero Jehová dice que le ayudará.
Jeremías dice a los israelitas que dejen de hacer cosas malas. ‘Los dioses que adoran los pueblos de las naciones son falsos’, dice. Pero muchos israelitas prefieren adorar a los ídolos que al verdadero Dios Jehová. Cuando Jeremías le dice al pueblo que Dios los castigará por su maldad, ellos sólo se ríen de él.
Pasan los años. Jo-siʹah muere, y tres meses después su hijo Je-hoiʹa-kim se convierte en rey. Jeremías sigue diciéndole al pueblo: ‘Jerusalén será destruida si no cambian sus malas costumbres’. Los sacerdotes agarran a Jeremías y gritan: ‘Deberían matarte por decir estas cosas’. Luego le dicen a los príncipes de Israel: ‘Hay que matar a Jeremías, porque ha hablado contra nuestra ciudad.’
¿Qué hará Jeremías ahora? No tiene miedo. Les dice a todos ellos: ‘Jehová me ha enviado a decirles estas cosas. Si no cambiáis vuestra mala forma de vivir, Jehová destruirá Jerusalén. Pero estén seguros de esto: Si me matáis, estaréis matando a un hombre que no ha hecho nada malo.’
Los príncipes dejan vivir a Jeremías, pero los israelitas no cambian sus malas costumbres. Más tarde, Neb-u-chad-nezʹzar, el rey de Babilonia, viene y lucha contra Jerusalén. Finalmente Neb-u-chad-nezʹzar convierte a los israelitas en sus siervos. Se lleva a muchos miles de personas a Babilonia. Piensa en lo que sería que gente extraña te llevara de tu casa a una tierra extraña.