La religión ha enmarcado y moldeado gran parte de la cultura humana. La creencia de que existen fuerzas sobrenaturales o deidades poderosas que impregnan la naturaleza, o la proposición de que un Dios creador supremo gobierna el universo, vigila cada uno de nuestros movimientos, lee cada uno de nuestros pensamientos, exige súplicas y nos envía al cielo o al infierno después de la muerte: estas concepciones han determinado la visión del mundo y las actitudes vitales de muchas personas durante milenios.
En el pasado, los seres humanos recurrieron a estas ideas religiosas para intentar explicar por qué existían y cómo había llegado todo a ser. Cuando experimentaban eclipses, terremotos o auroras boreales, ideaban explicaciones que no se basaban en hechos científicos, sino en lo que eran capaces de imaginar. Cuando sentían dolor o enfermedad, buscaban remedios proporcionados por los proveedores de magia. Cuando estaban preocupados o asustados, podían desear y esperar que alguna fuerza o ser invisible les protegiera. Y cuando los gobernantes necesitaban justificar sus acciones, a menudo insistían en que estaban cumpliendo la voluntad o los mandamientos de algún dios.
Estas creencias religiosas han proporcionado, sin duda, mucho consuelo ante el sufrimiento, esperanza en tiempos difíciles y motivación para hacer el bien, seguir las normas y ser un miembro caritativo de la comunidad.
Pero ya son menos los seres humanos que se las creen. Cada vez más personas pierden su fe en las creencias religiosas y se alejan de las instituciones religiosas. Ahora hay cientos de millones de personas que viven vidas seculares como ateos o agnósticos. Y, por primera vez en la historia, hay muchas naciones en las que los no creyentes superan en número a los creyentes.
Entonces, ¿qué sustituye a la certeza y seguridad de las creencias religiosas? ¿Qué valores, sistema de creencias, visión del mundo o estilo de vida puede adoptar la gente cuando ya no cree en dioses o espíritus? La mejor alternativa, en mi opinión, para aquellos que ya no se suscriben a los mitos religiosos -y que buscan una perspectiva significativa y una orientación positiva hacia la vida- es el Humanismo Secular.
¿Qué es eso?
El Humanismo Secular comienza con la negación o la duda respecto a la existencia de cualquier cosa sobrenatural -incluyendo a Dios- pero luego va mucho más allá de esa postura secular al afirmar y valorar positivamente el potencial de los seres humanos para ser amables, promulgar justicia, resolver problemas y hacer del mundo un lugar mejor, más seguro, más verde y más humano.
El Humanismo Secular se apoya firmemente en el reconocimiento de que la capacidad de la humanidad para ser cruel, egoísta, engañosa y violenta es muy superior a nuestras capacidades más generalizadas y dominantes para ser humanos, altruistas, cooperativos, sensatos, justos y pacíficos.
Un humanista laico es alguien que no cree en los principios de otro mundo de la religión, pero sí cree en las muchas cosas nobles y justas de este mundo, como la cooperación, la razón, la educación, la ciencia, el humor, la investigación, la democracia, la compasión, la tolerancia, la imaginación, el debate abierto, los derechos humanos… y algo más.
En lugar de poner la fe en lo invisible, insondable e improbable, los Humanistas Seculares ponen su fe en lo visible, discernible, comprobable y real: el ingenio, la resistencia, el talento, la bondad y la sed de lo ético de las personas.
En lugar de confiar en los deseos o en la oración para curar las enfermedades o resolver los problemas sociales, buscamos la experimentación, el método científico, la medicina fiable, la política social sólida y los ideales democráticos.
El Humanismo Secular afirma que el empirismo, la toma de decisiones basada en la evidencia y la investigación científica con mentalidad ética son las mejores herramientas que tenemos para luchar contra la enfermedad, disminuir el crimen, aumentar la comunicación, apoyar la democracia y aliviar el sufrimiento.
El Humanismo Secular enmarca la moralidad en no causar dolor, daño o sufrimiento innecesario a los seres humanos y a otros animales; en aliviar el dolor o el sufrimiento de los seres humanos y de otros animales; en consolar a aquellos que son vulnerables o débiles; en trabajar para aumentar la salud, la felicidad y el bienestar en nuestras familias, comunidades y en la sociedad en general; en luchar por la equidad y la justicia; en ser empáticos y compasivos; en ser honestos, conscientes y solidarios; en tratar a las personas de la manera en que nosotros mismos querríamos ser tratados.
Los humanistas seculares creen que ésta es la única vida que tendremos y que sólo nosotros podemos crear un sentido para nosotros mismos y para nuestras limitadas vidas; estas verdades no deprimen ni preocupan, sino que inspiran y reconfortan.
Los humanistas seculares aceptan el misterio existencial como sólo eso, misterio existencial. Puede que nunca sepamos por qué estamos aquí, de dónde viene todo, cómo pueden existir el tiempo y el espacio, o por qué existe algo en absoluto. Estas cosas pueden ser insolubles. Así que, en lugar de obsesionarnos con esos enigmas, nos centramos en lo que podemos saber: cómo ser un buen amigo, cómo aliviar el sufrimiento de los demás, cómo proteger la naturaleza, cómo salvaguardar los derechos humanos, etc.
No, el Humanismo Secular no promete la vida eterna en las nubes. No puede curar mágicamente el cáncer. No proporciona un conjunto de cosas que se deben y no se deben hacer para vivir que uno puede obedecer sin pensar.
Pero lo que ofrece es mucho más importante: una fuerte dosis de realidad, teñida de esperanza basada en la experiencia y el amor.