Cuando te diagnostican por primera vez el trastorno bipolar, la idea de que puedes ser feliz y vivir una buena vida puede parecer fuera de tu alcance. No es fácil y lleva tiempo -pero es posible.
Aquí hay tres formas de empezar a vivir una vida mejor con el trastorno bipolar.
No dejes que te defina.
Tómate un segundo y piensa en la forma en que hablas de ti mismo. Cuando hablas con otros sobre tu enfermedad, ¿qué palabras utilizas? Oyes a muchas personas con trastorno bipolar decir cosas como «soy bipolar» o «soy bipolar y…» Pues seamos claros: eres fuerte, eres digno de amor y eres capaz de recuperarte; no eres bipolar, tienes un trastorno bipolar. Bipolar no es un adjetivo; no te define. Es simplemente algo que tienes, igual que tienes la presión arterial alta. No se oye a los pacientes con cáncer decir cosas como «soy un cáncer» o «soy canceroso», sino que tienen cáncer. Te des cuenta o no, ese lenguaje te afecta. No nos damos cuenta del impacto que tienen las palabras. Cuando utilizamos este tipo de lenguaje para hablar de nosotros mismos, estamos dando mucho poder a una enfermedad que no lo merece. Hacer este pequeño cambio puede ayudarte de la forma más sutil. Consigues recuperar el poder, recuperar el control. Puede parecer poco, pero si empiezas a cambiar tu forma de hablar, ya verás.
Aprende de tu experiencia.
Cuanta más experiencia tiene alguien con algo, mejor suele ser a la hora de afrontarlo. Trata cada experiencia que tengas como un aprendizaje. Si has progresado mucho y luego tienes un episodio, no pienses en ello como un paso atrás. Intenta pensar en ello como el siguiente paso adelante. Por ejemplo, si estás hospitalizado, intenta no pensar en ello como una interrupción de tu progreso, sino como una lección sobre lo que te lleva a llegar a esa etapa. Piensa en ello como si tuvieras una caja de herramientas, y cada vez que ocurra algo, coge algo de la experiencia y ponlo en tu caja de herramientas para la próxima vez que sientas que algo se te viene encima. Es importante que te equipes con información y herramientas para controlar los síntomas cuando vuelvan a aparecer. No siempre puedes predecir cuándo se producirán estos cambios de humor, pero sí puedes predecir cómo vas a reaccionar.
Nunca te compares con los demás.
«La comparación es el ladrón de la alegría». Cuando empiezas a compararte con otras personas, empiezas a bajar por una pendiente resbaladiza. Puede hacerte sentir que tu progreso no es tan emocionante o importante como lo es. Obviamente, las grandes victorias y los avances son importantes, pero no puedes esperarlos todos los días. La recuperación se compone de pequeñas victorias diarias que deben celebrarse. Si lo más difícil que has hecho hoy ha sido levantarte de la cama, enorgullécete de ello. Cada día es un logro. Puede ser fácil comparar lo que estamos viviendo con las experiencias de otras personas, especialmente en la era de las redes sociales. La gente dice cosas como «Ellos lo han tenido peor… ¿por qué tienes que estar triste?». Aunque es importante mantener la perspectiva, este tipo de pensamiento suele avergonzar a las personas y hacerles sentir que lo que están pasando no es lo suficientemente «duro» o «triste» como para ser tomado en serio. La gente se siente estúpida por sentirse de una manera determinada cuando «tanta gente lo tiene peor que ellos». Esto puede impedirles hablar de sus problemas y buscar ayuda. Si te sientes de una manera determinada, independientemente de las circunstancias que te hayan llevado a ello, tienes derecho a sentirte así. El progreso de todos es válido, el dolor de todos es válido, los sentimientos de todos son válidos. Tu experiencia es válida.