Una amiga le habló de una mujer que conocía con síntomas similares. Esa mujer había acudido al Dr. Sung, quien encontró una arritmia y la arregló; ahora estaba bien. Su consulta estaba en Denver, a una hora de distancia. La mujer llamó en cuanto llegó a casa.
Para Sung, los episodios cardíacos que describía la joven -la forma en que aparecían y desaparecían abruptamente sin previo aviso- sonaban como los episodios que describían sus otros pacientes, el tipo de ritmos anormales que él trataba. Le pidió que volviera unas semanas más tarde para realizar una prueba en la que intentaría provocar que su corazón tuviera el extraño comportamiento que ella describía.
Pensar de una nueva manera
Un corazón normal late cuando su marcapasos orgánico envía señales eléctricas regulares y programadas a través del músculo cardíaco. Estas señales viajan por vías establecidas que transmiten el mensaje, y el corazón se contrae en respuesta. Sung -un electrofisiólogo, como se denomina a este tipo de cardiólogo- buscó anomalías en este sistema eléctrico vivo. El paciente no tenía ninguna. Sin embargo, mientras Sung estimulaba el corazón, intentando que revelara su anomalía, la paciente reconoció la sensación. Era el tipo de sensación que había tenido estos últimos meses. Aun así, nunca desarrolló ningún ritmo anormal.
Fue cuando Sung informó de estos resultados normales cuando la paciente comenzó a llorar. Si ella no tenía lo que él buscaba, ¿no podía buscar otras causas de sus molestos síntomas? La petición de la paciente hizo que el médico se quitara su «gorra de cardiólogo y desempolvara la de internista», como me explicó, y recordara su formación en medicina interna. ¿Qué otra cosa, además del corazón, podría causar esas subidas bruscas que atormentaban a la paciente?
Aunque Sung seguía sospechando que el problema era el corazón, amplió su pensamiento. Una posibilidad era que su cuerpo estuviera liberando de forma inadecuada una de las diversas hormonas que intensificaban la actividad de su organismo. Otra podría ser un problema en la parte del sistema nervioso que gestiona la presión arterial y el ritmo cardíaco. Pidió pruebas de laboratorio y remitió a un neurólogo. Y si todo eso resultaba normal -como sospechaba-, probaría con un monitor cardíaco implantable para buscar anomalías más sutiles.
El culpable revelado
Los resultados de los estudios de laboratorio llegaron antes de que fuera a ver al neurólogo. Su tiroides era normal. Y no tenía un tumor que segregara serotonina, otra posible, aunque rara, causa de las sensaciones erráticas. Pero una prueba fue reveladora. Y no estaba directamente relacionada con su corazón. Uno de los tipos de hormonas que comprobó -las llamadas hormonas de lucha o huida- estaba por las nubes. La causa más probable de ese resultado era un raro tumor llamado feocromocitoma. Hasta el 90 por ciento de estos crecimientos anormales se desarrollan en las glándulas suprarrenales, un par de pequeños órganos situados en la parte superior de los riñones donde se producen hormonas como la epinefrina y su contraparte, el cortisol.