Durante gran parte de su historia, la industria del plátano fue conocida por sus prácticas agrícolas ambientalmente destructivas y socialmente irresponsables. Como las empresas trataban de mantener una producción alta y unos costes bajos, tendían a cultivar sólo un único cultivo en sus plantaciones. La falta de biodiversidad hacía que las plantas fueran susceptibles de contraer enfermedades, que los responsables de las explotaciones controlaban mediante frecuentes aplicaciones de pesticidas que se filtraban al agua potable, contaminaban los canales de riego y ponían en peligro la salud de los trabajadores, sus familias y las comunidades. En 1991, Rainforest Alliance, junto con organizaciones locales sin ánimo de lucro, científicos y agricultores, estableció las primeras normas para la producción responsable de plátanos. Las fincas certificadas por Rainforest Alliance cumplen con un riguroso conjunto de normas que protegen las tierras silvestres, la vida silvestre, el suelo y el agua, reducen el uso de agroquímicos y mejoran la calidad de vida de los trabajadores agrícolas y sus familias. El medio ambiente y las comunidades que rodean las plantaciones bananeras con la certificación Rainforest Alliance se benefician tanto de las mejoras en las fincas como del reconocimiento fuera de ellas, marcando el ritmo del resto del sector bananero.