Shoreham, Nueva York
Nikola Tesla fue un genio o un científico loco, o quizás ambas cosas. Se le atribuye el desarrollo de la corriente alterna, así como el tubo fluorescente y el mando a distancia. Pero su gran sueño era la energía inalámbrica, la capacidad de transmitir electricidad de forma sencilla a todo el mundo.
Tesla construyó un laboratorio de 16 acres, «Wardenclyffe», en el extremo oriental de Long Island, y dentro del recinto erigió una enorme torre de casi 60 metros de altura desde la que esperaba emitir energía eléctrica. Pero la torre fue dinamitada en 1917, supuestamente para evitar su posible uso por parte de espías alemanes. Tesla nunca tuvo suficiente dinero para construir otra, y murió recluido sin dinero.
El laboratorio permaneció y finalmente fue vendido a la empresa Agfa Corp, que contaminó el terreno tan a fondo que se convirtió en un sitio Superfund, fuera de los límites de todo el mundo (O al menos, esa es la historia oficial para cercarlo). Pero sigue siendo el último laboratorio de Tesla que sobrevive, y un grupo local espera convertirlo en un museo de Tesla cuando se complete la limpieza, sea cuando sea.
En 2013 -el 70º aniversario de la muerte de Tesla en la oscuridad- el presidente de Serbia viajó a Shoreham y descubrió una estatua de bronce de Tesla en el lugar de su antiguo laboratorio. Y en 2014, el multimillonario Elon Musk donó un millón de dólares para la apertura del museo.