Una vez que las plaquetas se activan, los gránulos secretan mediadores de la coagulación, entre los que se encuentran el ADP y el TXA2. A continuación, éstos se unen a sus respectivos receptores en la superficie de las plaquetas, tanto de forma autocrina como paracrina (se unen tanto a sí mismos como a otras plaquetas). La unión de estos receptores da lugar a una cascada de acontecimientos que provocan un aumento del calcio intracelular (por ejemplo, a través de la activación del receptor Gq que conduce a la liberación de Ca2+ de los almacenes de Ca2+ del retículo endoplásmico de las plaquetas, lo que puede activar la PKC). Por lo tanto, este aumento de calcio desencadena la asociación dependiente del calcio de gpIIb y gpIIIa para formar el complejo receptor de membrana activado gpIIb/IIIa, que es capaz de unirse al fibrinógeno (factor I), lo que hace que muchas plaquetas se «peguen», ya que pueden conectarse a las mismas hebras de fibrinógeno, dando lugar a un coágulo. La cascada de la coagulación sigue entonces para estabilizar el coágulo, ya que la trombina (factor IIa) convierte el fibrinógeno soluble en hebras de fibrina insolubles. A continuación, estas hebras son reticuladas por el factor XIII para formar un coágulo sanguíneo estabilizado.