Ferdinando II de Aragón fue un rey guerrero y luchador cuyo matrimonio con Isabel I de Castilla unificó España y llevó a la expulsión de los últimos moros que quedaban en España. Su devoción a la fe católica libró a España de los judíos y musulmanes «herejes», mientras que su patrocinio del viaje del explorador Cristóbal Colón y la posterior extracción de oro en el Nuevo Mundo hizo que España se convirtiera en una de las primeras superpotencias mundiales y se convirtiera en un poderoso actor en la política europea durante el siglo siguiente.
Ferdinando es retratado como un hombre reflexivo pero inteligente que respeta los instintos militares de su esposa y mantiene su propio consejo hasta el momento oportuno. Como casa real recién formada, Fernando decidió desposar a su hija Catalina, de tres años, con la también nueva casa real de los Tudor en Inglaterra. Como tal, Fernando fue responsable de la muerte de Teddy Plantagenet y Perkin Warback, ya que una de las condiciones del matrimonio de Catalina y Arturo era que no habría rivales que amenazaran la unión de Catalina con Arturo o su reclamación del trono inglés. Al casarse con Arturo, Fernando comenzó a jugar lenta y cautelosamente con la dote de Catalina. Cuando Arturo murió repentinamente, Fernando no tenía la obligación de pagar la dote de Catalina, dejándola atrapada sin ingresos seguros ni asistencia en una tierra extranjera. Fernando utilizó la dote de Catalina para obligar a Enrique VII de Inglaterra a asegurarse de que seguiría siendo reina de Inglaterra casándola con el hermano menor de Arturo, el que pronto sería Enrique VIII de Inglaterra. Fernando podría ser visto como insensible por utilizar el sufrimiento y la pobreza de su hija para manipular al rey inglés, pero sus esfuerzos finalmente aseguran el trono inglés para Catalina.
La princesa constante
La novela comienza en Granada de 1491 cuando los moros asaltan el campamento militar de la reina Isabel de Castilla. La joven infanta Catalina observa con adoración cómo su madre guerrera reúne a su ejército y apaga las llamas provocadas por la incursión nocturna. A la vuelta de su madre, Catalina asegura a su madre que no tenía miedo, ya que es una princesa española y princesa de Gales. El parentesco y los títulos de Catalina son increíblemente importantes para ella, incluso siendo una niña pequeña, mientras se prepara para su destino como Reina de Inglaterra. A la mañana siguiente de la incursión, los generales españoles sugieren retirarse debido a la falta de suministros, pero Isabel empuja al ejército a seguir adelante para derrotar a los moros de su último punto de apoyo en España. Su rey, Fernando de Aragón, acepta y comienza a trabajar en una estructura de piedra bajo el acantilado donde los moros han mantenido el Fuerte Rojo durante dos siglos. Isabel y Fernando siguen construyendo bajo un calor implacable y contra todo pronóstico hasta que encuentran la ciudad sitiada de Sante Fe.
Al poco tiempo, Catalina se encuentra con uno de los grandes señores españoles, Don Hernando Pérez del Pulgar, y le convence para que se confine en ella. Hernando le dice que entrará en la Alhambra para rendir culto a su catolicismo en la mezquita y dejar un Ava María. Catalina promete no dormir hasta que él regrese, pero cuando él no regresa, Catalina se da cuenta de que la gente puede fallar y ser asesinada aunque crea que tiene la bendición de Dios, y eso le hace dudar por primera vez del favor de Dios. Afortunadamente, Hernando y sus amigos sobreviven y cuentan a la corte su historia de profanación de la mezquita. Mientras lleva a sus hijos a ver las fortificaciones de Zubia, la reina Isabel es informada de que todo el ejército moro está saliendo del Fuerte Rojo en represalia por la profanación de Hernando. La reina Isabel, incapaz de huir del ejército que se aproxima, lleva a sus hijos a esconderse en un tejado para ver qué pretende hacer el ejército. Un moro llamado Yarfe viene a desafiar a Hernado lanzando el Ava María en un insulto preventivo. La reina Isabel dirige a sus hijos en una oración para que aparezca su gran campeón Garallosco de la Vega para defenderlos y le da su bendición cuando llega a desafiar a Yarfe. Se produce una breve batalla en la que Vega mata a Yarfe y la muerte de éste hace que los soldados salgan del Redfort. La reina Isabel vuelve a ordenar a sus hijas que recen a pesar de su creciente pánico. La compostura de la reina Isabel ante el ejército de los moros está bien calculada; la muerte de Yarfe será la última batalla contra los españoles, ya que los moros pierden todo apetito de guerra y regalan el Fuerte Rojo, que contiene el hermoso palacio de la Alhambra, a la reina Isabel y al rey Fernando. Con la victoria sobre los últimos moros expulsados, la reina Isabel y el rey Fernando comienzan a perseguir y desterrar de España a todo aquel que no se convierta a la fe católica. Catalina comienza a verse como princesa del campo de batalla y cree firmemente que ella y su madre son favorecidas por Dios. La reina Isabel y el rey Fernando hacen de la Alhambra su hogar y su corte real, lo que hace las delicias de Catalina, que se maravilla de su entorno. El lujo y la belleza de la Alhambra impresionan a Catalina y los últimos años de su infancia son felices y tranquilos en comparación con su vida de campaña militar.
La princesa española
En 1511, Fernando visita Inglaterra, tras haber tomado el trono de España para sí mismo después de la muerte de su esposa Isabel, y haber confinado a su hija y heredera Juana en un convento tras la muerte de su propio marido, Felipe. Fernando y su yerno, el rey Enrique VIII, planean invadir Francia como parte de la Santa Liga. Además, pretende reforzar la alianza casando a su nieto y heredero Carlos de Borgoña con la princesa María.
En Inglaterra, Fernando se muestra jactancioso y le recuerda a Catalina su infancia, en la que le hacía alcanzar las uvas recubiertas de azúcar antes de golpearle la mano, burlándose de ella. Fernando se marcha, y Catalina consigue que Enrique envíe sus tropas a España para atacar a Francia y apoderarse del Ducado de Guayana. Sin embargo, Fernando traiciona a Enrique y a Catalina y utiliza las tropas inglesas como distracción para apoderarse de sus propias tierras en Navarra. Catalina está disgustada por el engaño de su padre y se declara renacida, siendo verdaderamente inglesa y no española.