Cuando la guerra en Europa se intensificó en 19401 y Estados Unidos se volcó en una política de armamento de su aliado británico contra el régimen nazi, las industrias de guerra prosperaron. Los afroamericanos reconocieron la floreciente producción bélica como una oportunidad de progreso social y económico, en particular en industrias que anteriormente los habían excluido.
Muchos afroamericanos pronto encontraron empleo como trabajadores cualificados en ciudades como Detroit, Baltimore e Indianápolis. Sin embargo, a menudo se encontraron con la violencia, la segregación y las prácticas laborales injustas en las fábricas y los astilleros. La producción en una planta de Ford, por ejemplo, se vio interrumpida por violentas huelgas laborales en las que las tensiones entre los afroamericanos y los demás trabajadores fueron explotadas sin piedad por los encargados de la gestión.2
En un esfuerzo por hacer frente a estas injusticias, el líder sindical afroamericano A. Philip Randolph3 se reunió con el presidente Roosevelt en 1940, instándole a que promoviera las oportunidades y la igualdad para los afroamericanos en las industrias de defensa, y a que eliminara la segregación de las fuerzas armadas. El presidente se mostró reacio a llevar a cabo estas políticas, prefiriendo evitar las cuestiones raciales a menos que supiera que tenía el apoyo seguro de la mayoría del pueblo estadounidense y los votos necesarios en el Congreso. Para aprobar la legislación, Roosevelt también dependía de un bloque de demócratas sureños en el Senado, que se resistirían a cualquier intento de desmantelar la segregación o de aprobar leyes contra el linchamiento. Roosevelt consideraba a estos senadores como aliados fundamentales mientras preparaba a Estados Unidos para la guerra que se avecinaba.
Al no llegar a un acuerdo con el presidente, Randolph hizo pública su causa. Junto con sus compañeros afroamericanos Bayard Rustin y A.J. Muste, propuso una Marcha sobre Washington para protestar contra la discriminación racial en las industrias bélicas, pedir la aprobación de una ley contra el linchamiento y exigir la desegregación de las fuerzas armadas. La marcha propuesta obtuvo el apoyo de decenas de miles de afroamericanos en todo el país, que formaron capítulos del Movimiento Marcha sobre Washington4 para organizar a los participantes y dar a conocer los problemas a nivel local.
En las semanas previas a la Marcha, Roosevelt se reunió de nuevo con Randolph para instarle a que la suspendiera.5 La única forma de detener la Marcha, sostenía Randolph, era que el presidente utilizara sus poderes para intervenir en favor de los trabajadores afroamericanos. En respuesta, el 25 de junio de 1941, Roosevelt emitió la Orden Ejecutiva 8802, que aparece aquí, por la que se prohibía la discriminación en la industria de la defensa y se creaba el Comité de Prácticas Laborales Justas para supervisar y hacer cumplir la aplicación de la Orden. Randolph no tardó en cancelar la marcha.
Sin embargo, al no contar con el apoyo del público y del Congreso, la orden no abordó ni las medidas contra el linchamiento ni la desegregación del ejército. La discriminación racial en las fuerzas armadas continuaría como política oficial hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y no sería abolida por el presidente Harry S. Truman hasta 1948.6