Tanto los que apoyan como los que se oponen al statu quo de la expansión urbana suelen referirse a los suburbios como «el sueño americano». Una organización que defiende la expansión incluso se llama a sí misma «Coalición del Sueño Americano». Los críticos del sprawl utilizan un lenguaje similar; por ejemplo, en 1998, el Sierra Club publicó un informe titulado «Sprawl: El lado oscuro del sueño americano». (www.sierraclub.org/sprawl/report98/)
La equiparación del «sueño americano» con la expansión urbana es incoherente con el significado original del término. El término «sueño americano» fue aparentemente inventado en 1931 por el historiador James Truslow Adams; se refería a «Ese sueño de una tierra en la que la vida debería ser mejor y más rica y plena para cada hombre, con oportunidades para cada uno según su capacidad o logro». (Youngro Lee, To Dream Or Not To Dream, 16 Cornell Journal of Law and Public Policy 231, 232). Así pues, el término «sueño americano» no significa un tipo de casa en un tipo de terreno, sino una economía abierta al talento, ya sea en ciudades densas, en suburbios con tranvías o en pueblos pequeños.
Más importante aún, el uso del término «sueño americano» para describir sólo un tipo de desarrollo es tan incoherente con los valores libertarios de Estados Unidos que resulta casi antiamericano.
En la Declaración de Independencia, Thomas Jefferson escribió que las personas están «dotadas por su creador de ciertos derechos inalienables, que entre ellos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». Para mí, la «libertad» implica una cierta diversidad de arreglos de vida – no sólo suburbios, sino grandes ciudades y pequeñas, retiros rurales y pueblos pequeños. «Por el contrario, el uso del término «Sueño Americano» para describir el statu quo de la expansión implica que sólo una forma de desarrollo es «americana», que los suburbios de grandes parcelas, como el «Sueño Americano», es lo que todos los verdaderos americanos quieren, y que las ciudades, los pueblos pequeños y las zonas rurales son para los extranjeros. No hay nada particularmente libertario en esa actitud.
Los críticos de la expansión urbana debilitan su posición al permitir que sus oponentes se salgan con la suya con tales abusos de patriotismo. En cambio, los partidarios de un desarrollo más compacto deberían reclamar el manto del americanismo ellos mismos, por ejemplo, sugiriendo que la gente es más libre cuando puede caminar además de conducir.