Hoy en día la palabra Mayerling representa algo más que la pequeña localidad de ese nombre en los Bosques de Viena con sus dos albergues, dos paradas de autobús, un pequeño hotel privado, dos iglesias católicas, un monasterio y un convento: representa un acontecimiento. La crónica del pueblo de 2008 la describe como el «lugar más dramático de Austria». Teniendo en cuenta que el convento que ahora se aloja en Schloss Mayerling alberga a miembros de una orden silenciosa, resulta insólito que se espere que reciban a más de 100.000 mil visitantes al año, muchos de los cuales esperan ser iluminados sobre los hechos exactos del 30 de enero de 1889, cuando el príncipe heredero Rodolfo disparó primero a su amante Mary Vetsera y luego a sí mismo.
Habiendo comprado la propiedad en Mayerling tres años antes, Rodolfo la hizo adaptar como pabellón de caza. Sus fiestas distaban mucho de ser convencionales: el tono de las conversaciones era informal, el código de vestimenta era el de los pantalones y la compañía dormía en habitaciones amuebladas con sencillez. Cuando Rudolf se trasladó a Mayerling en enero de 1889, se pensó que iba a organizar una fiesta de caza de este tipo, pero al día siguiente de su llegada se disparó a su amante y a sí mismo con una pistola.
A nivel oficial, se hicieron esfuerzos para silenciar el asesinato y el suicidio cometidos por el hijo del emperador. Aunque como suicida Rudolf ni siquiera tenía derecho a un entierro por la iglesia, la preservación de la reputación de la familia hizo necesario uno a toda costa, y se firmó un certificado médico en el que se declaraba que no era responsable de sus actos en el momento en que se suicidó. El médico que expidió el certificado lo hizo sin duda en respuesta a una petición personal. ¿Y el heredero al trono como asesino de una joven baronesa? Mary Vetsera tuvo que desaparecer. Una falsa autopsia concluyó que se había suicidado, y se le dio un entierro secreto. Para sacarla discretamente de Mayerling, se vistió a la muchacha y se la metió en un carruaje como si estuviera viva, con un palo en el vestido para evitar que se cayera.
Ese mismo año Francisco José dio instrucciones para que el pabellón de caza se convirtiera en un convento. El altar conventual se encuentra todavía hoy en el lugar del dormitorio donde se realizó la hazaña.
Hasta ahora no se han podido establecer los detalles exactos sobre la muerte de Rodolfo y su amante. Se dice que un ataúd con la pistola, los cartuchos vacíos y una serie de pruebas más siguen en manos de los Habsburgo.