Los cristianos norteamericanos suelen confundir la relación entre la religión del Islam y la identidad étnica de los musulmanes. Esta confusión adopta dos formas. La primera tiene que ver con la relación entre la identidad religiosa islámica y la identidad étnica árabe. La segunda tiene que ver con la profundidad con la que la identidad religiosa islámica ha penetrado en las identidades étnicas de todos los grupos de personas musulmanas.
Si los cristianos han de entender a sus vecinos musulmanes (a nivel local y global), amarlos como mandó Cristo y compartir el evangelio con ellos de forma efectiva, debemos comprender cómo se entienden a sí mismos.
«Árabe» frente a «musulmán»
«Árabe» y «musulmán» no son términos sinónimos. Los musulmanes son seguidores de la religión del Islam. Los árabes son un grupo étnico-lingüístico de personas, la mayoría de las cuales son de religión musulmana, pero muchas no lo son. Sus orígenes se encuentran en la Península Arábiga, pero irrumpieron en el mundo en los siglos VII y VIII con las dramáticas conquistas que siguieron a la muerte de Mahoma en el año 632. En 100 años se habían extendido hacia el oeste por el norte de África y España y habían penetrado hasta el sur de Francia. Al este, habían conquistado el Imperio Persa y se habían extendido hasta el actual Pakistán y Asia Central. Lo hicieron como seguidores del Islam, pero también como árabes étnicos, lingüísticos y culturales. Al principio, estos musulmanes árabes vivían como una minoría gobernante en la mayor parte de su imperio. La mayoría de sus súbditos hablaban alguna otra lengua (como el arameo, el copto, el bereber o el persa) y practicaban alguna otra religión (el cristianismo en el oeste y el zoroastrismo en el este).
Con el tiempo, sin embargo, los procesos gemelos de islamización y arabización tuvieron lugar, de forma desigual según el lugar. Egipto, el norte de África y el Oriente Medio de habla aramea se arabizaron casi por completo en cuanto a la lengua y se islamizaron en gran medida en cuanto a la religión, pero en lugares como Irak, Siria, Líbano y Egipto, importantes minorías se aferraron a sus históricas identidades religiosas cristianas. Así, hasta el día de hoy, hay comunidades en cada uno de estos países que se consideran étnica y lingüísticamente árabes pero que se adhieren a una de las antiguas comuniones cristianas: los coptos ortodoxos en Egipto, los maronitas católicos en Líbano, los ortodoxos orientales y los católicos romanos en Palestina, los ortodoxos orientales y sirios en Siria, y los católicos caldeos y los asirios ortodoxos en Irak. Estos grupos se han visto atrapados en el fuego cruzado de los conflictos que han asolado estos países en los siglos XX y XXI.
La población históricamente cristiana de Oriente Medio ha caído en picado en las últimas décadas, ya que los cristianos han sido asesinados o se han visto obligados a huir. Por ejemplo, una parte importante de la población palestina era históricamente cristiana a principios del siglo XX, pero Israel los trata igual que a los palestinos musulmanes, y muchos han huido. Del mismo modo, a los cristianos asirios y caldeos de Irak se les dejó en gran medida en paz bajo el mandato de Saddam Hussein, pero desde que fue depuesto han sido blanco de grupos islámicos, y muchos se han visto obligados a abandonar el país. Un porcentaje significativo de la población árabe en Estados Unidos pertenece a una de las antiguas iglesias orientales (y por tanto no son musulmanes), y el patriarca asirio ortodoxo vive ahora en Chicago.
Por otro lado, muchos otros pueblos bajo el dominio islámico se hicieron musulmanes, pero nunca se convirtieron en árabes. En el propio Oriente Medio, los persas (iraníes), los kurdos y los turcos son todos grupos de población mayoritariamente musulmana, pero no se consideran árabes y no hablan árabe. Asimismo, las mayores poblaciones musulmanas del mundo se encuentran en países de habla no árabe: Indonesia, Pakistán, Bangladesh e India, entre otros.
La mayoría de los musulmanes del mundo no son árabes por su lengua o identidad étnica.
Centro Árabe
Aquí es donde entra en juego la segunda confusión común. Los norteamericanos tienden a considerar la identidad religiosa como algo privado y personal. Es cierto que seguimos pensando en estereotipos: Los polacos y los italianos suelen ser católicos romanos, y los sureños suelen ser protestantes. Las familias judías a veces repudian a un hijo que se convierte al cristianismo. Sin embargo, en general, la religión se considera una cuestión de elección, y se mantiene fuera de la vista del público. Una persona puede tener cualquier identidad religiosa y ser estadounidense. Sin embargo, en gran parte del mundo musulmán ocurre lo contrario. El Islam forma parte de su identidad étnica. Ser turco, o persa, o malayo, o una serie de otros grupos islámicos es ser musulmán, y si se deja de ser lo segundo también se deja de ser lo primero. Ni siquiera hay que ser especialmente observante como musulmán, pero no se puede abandonar el Islam.
Unirse a otra religión es cometer una traición étnica y cultural y desvincularse de los lazos familiares y comunitarios que son fundamentales para su identidad. Este es uno de los mayores retos a los que se enfrentan los cristianos que comparten el evangelio con los musulmanes. El Islam no separa la religión, la cultura y la política en diferentes esferas, sino que las considera inseparablemente unidas. Por esta razón, el evangelismo cristiano y las misiones a los musulmanes se consideran política y culturalmente subversivos, además de ser una amenaza religiosa.
Nuestra respuesta
¿Cómo deberían responder los cristianos con este conocimiento?
- No asuma que todos los árabes que conoce son musulmanes. Pueden serlo, pero también pueden ser miembros de una de las antiguas iglesias cristianas de Oriente Medio.
- No asuma que todos los musulmanes que conoce son árabes. La mayoría de los musulmanes no lo son, y le agradecerán que conozca la diferencia.
- Reconozca que para muchos musulmanes, el Islam es una religión que practican en un idioma que no conocen, y su compromiso con ella se basa más en la identidad étnica, la práctica cultural y los lazos familiares que en la comprensión teológica.
- Reconozca el precio que les pedimos a los musulmanes que paguen por seguir a Jesús. No sólo se enfrentan a la fuerte probabilidad de persecución externa, sino que también se enfrentan a la percepción de traición familiar, cultural y étnica por parte de los más cercanos a ellos, con una revolución que acompaña a su propia comprensión de su identidad. Jesús debe ser alzado como supremamente valioso para que valga la pena pagar ese precio.